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Sostenibilidad

Desplazamiento de la curva de costes naturales: el papel de los inversores en la protección de la biodiversidad

  • 17 Abril 2023 (3 min de lectura)

 

  • La actividad humana, junto con el cambio climático, ha hecho que la pérdida de biodiversidad sea cada vez mayor
  • Las prácticas agrícolas sostenibles y la protección de océanos y costas son medidas que pueden ayudar a ralentizar la pérdida de biodiversidad
  • Centrarse en invertir en empresas que tienen más en cuenta su impacto sobre la biodiversidad debería ser beneficioso tanto para el planeta como para los inversores

Cada año, van siendo más evidentes los daños que el cambio climático provoca al planeta, la sociedad y la actividad económica. Las inundaciones, sequías, temperaturas extremas y tormentas destructivas traen consigo un impacto tangible sobre las vidas y medios de subsistencia de los seres humanos. Hace tiempo que la comunidad financiera, al igual que muchas otras, reconoce que hay una amenaza existencial y que es cierto que la actividad humana es responsable de la emisión de gases de efecto invernadero que provocan un aumento de las temperaturas atmosféricas y desequilibrios en el sistema climático.

Existe un interés cada vez mayor por instaurar políticas, cambiar los hábitos de los consumidores y reorientar el capital en la lucha contra el cambio climático antes de que sea demasiado tarde. Los inversores quieren invertir más en empresas y tecnologías que ayuden a mitigar los efectos del cambio climático y que se adapten a estos de forma que traten de forjar un futuro sostenible. Los propietarios de activos y las gestoras de activos se han comprometido a reducir las emisiones de carbono de sus carteras de inversión y se aseguran de que las empresas en las que invierten publiquen los informes y los objetivos estratégicos que permitirán alcanzar esta meta.

La actividad humana, junto con el impacto del cambio climático, también ha hecho que la pérdida de biodiversidad sea cada vez mayor. El aumento de la sensibilización sobre los riesgos para una vida sostenible que provocan la degradación del uso de la tierra, la deforestación, la erosión del suelo y la contaminación de nuestros ríos y océanos también está empezando a impactar en las estrategias de inversión como en el comportamiento de las empresas.

Medir el riesgo

Si bien resulta más complicado poner un precio de mercado a las externalidades que provoca la pérdida de biodiversidad tal y como se puede hacer con las emisiones de carbono, las empresas tendrán problemas en lo relativo a la normativa, la financiación y sus clientes si no tienen en cuenta su huella medioambiental. Los inversores están adaptando cada vez más métricas diseñadas para evaluar la huella de biodiversidad como complemento de las que se diseñaron para medir el impacto climático. Estas métricas permitirán tener análisis medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) más completos, al tiempo que ayudarán a que las carteras se enfoquen en obtener mejores resultados en materia de biodiversidad.

La realidad es que la pérdida de biodiversidad está aumentando a un ritmo alarmante y la actividad económica debe cambiar para evitar que ésta alcance unos niveles catastróficos. El comportamiento económico afecta al ecosistema en todos los niveles de la cadena de valor. Básicamente, el uso de la tierra y los recursos puede tener un impacto negativo sobre la biodiversidad al alterar los ecosistemas, desplazar a especies de su hábitat o hacer que corran el riesgo de extinguirse.

El agotamiento de los recursos naturales es una causa evidente de la pérdida de biodiversidad, sobre todo cuando se alteran los hábitats naturales para llevar a cabo actividades de minería y extracción. Los residuos generados y el transporte de los recursos mineros a los diferentes mercados también tienen un impacto negativo sobre la biodiversidad. De forma más general, la producción genera residuos (contaminación) y consume energía, mientras que la distribución de bienes y servicios también es dependiente de los recursos y produce materiales, como los envases, que son perjudiciales para el medio ambiente. El consumo y la eliminación de residuos son actividades que también pueden tener un impacto negativo.

¿Qué pueden hacer los inversores?

Comprender la interacción entre la actividad económica y su impacto sobre el medio ambiente, mediante la mejora de la monitorización y la información y a través de los avances científicos que ponen de manifiesto los riesgos de la pérdida de biodiversidad, puede ayudar a los inversores a dirigir el capital hacia las empresas que emplean las mejores prácticas. Existen miles de ejemplos, como las actividades agrícolas que no recurren a pesticidas, que provocan la pérdida de nutrientes en el suelo o las empresas que emplean envases biodegradables o reutilizables para distribuir sus productos. Al mismo tiempo que va desarrollándose la tecnología en el ámbito de la energía renovable, a medida que se introduzcan técnicas de menor coste financiero y medioambiental, la economía de escala beneficiará a las empresas que las utilicen.

Se produce una pérdida de biodiversidad cada vez que se talan árboles para dejar espacio para el ganado, cada vez que se construye en un terreno no urbanizado y cada vez que se vierten residuos a los ríos. Esta pérdida supone una amenaza para la vida. La pérdida de bosques empeora el equilibrio de carbono de la atmósfera. La degradación del suelo reduce la productividad de los cultivos. El vertido a los ríos de nitratos procedentes de suelos agrícolas afecta al equilibrio ecológico que contribuye a mantener una flora y fauna saludables, al tiempo que contamina el suministro de agua. Alterar los hábitats naturales introduciendo especies exóticas puede perjudicar a los cultivos y reducir su productividad.

Podemos actuar mejor. Podemos reducir el impacto de la actividad económica adoptando mejores prácticas y conservando los hábitats, planificando al mismo tiempo qué es lo que realmente necesitamos consumir. La mejora de los procesos de producción de alimentos, de la granja a la mesa, no solamente protege la biodiversidad, sino que puede ofrecer beneficios para la salud, lo cual es positivo para la sociedad desde un punto de vista financiero. Una educación pública enfocada en diversificar las dietas para disminuir el consumo de carne permitiría reducir la cantidad de terreno necesaria para que paste el ganado y para producir su alimento, al tiempo que mermaría la generación de metano, un importante gas de efecto invernadero.

¿Cómo pueden ayudar los datos y su divulgación?

En los próximos años, gracias al marco del Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras Relacionadas con la Naturaleza (TNFD, por sus siglas en inglés) y a métricas como la Huella de Biodiversidad Corporativa, los inversores dispondrán de datos más detallados sobre la forma en que operan las empresas en las que invierten y sobre los «costes» que imponen a la naturaleza. Al igual que con el cambio climático, centrarse en invertir en empresas que sean más conscientes del impacto que tienen sobre la biodiversidad debería resultar beneficioso tanto para el planeta como para los inversores.

Desde un punto de vista económico, alcanzar la sostenibilidad significa tener en cuenta el clima y la pérdida de biodiversidad a la hora de calcular los costes de producción, pues el capitalismo sin restricciones es el que nos ha conducido a la situación actual. El cambio climático está poniendo en peligro la capacidad de los seres humanos de vivir en determinadas zonas del planeta e incrementando cada vez más el coste de la actividad económica. Enfrentarse a los riesgos de climas extremos y tener que adaptarse a lo peor del cambio climático conlleva costes potenciales y reales para las empresas, que ven así reducidos sus rendimientos. La pérdida de biodiversidad es una amenaza para los suministros de alimentos y agua y puede degradar el entorno natural, lo que afecta a la salud y el bienestar.

La regulación debe desempeñar un papel cada vez más importante. Hay que proteger los recursos terrestres y oceánicos. Deben imponerse costes a aquellas empresas cuyas actividades contribuyan de forma manifiesta a la pérdida de la biodiversidad. Las empresas son cada vez más transparentes, lo que permitirá asignar el capital no solo en aquellas que ofrezcan la mayor rentabilidad económica, sino en aquellas con el menor coste en términos climáticos y de biodiversidad.

Viendo lo que está ocurriendo en la carrera hacia las cero emisiones netas, queda claro que las innovaciones tecnológicas pueden ser importantes a la hora de desplazar la curva de costes naturales. Las prácticas agrícolas sostenibles, un uso más regulado de la tierra, la utilización de energías renovables, los envases biodegradables y la protección de océanos y costas son avances que pueden contribuir a ralentizar la pérdida de biodiversidad y que, junto con otros avances, ofrecen a los inversores un sinfín de oportunidades que no solamente son positivas para el planeta, sino que también proporcionarán beneficios potenciales a medida que las tecnologías que contribuyen a reducir la pérdida de biodiversidad vayan ganando una mayor cuota de mercado.

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